En el momento que los padres fantasean con tener un “Messito o un mini CR7” en casa, es cuando toda la formación se derrumba, cuando jugar ya no es divertido.
Muchos niños me preguntan… ¿Por qué si nosotros nos estamos divirtiendo, nuestros padres están enfadados? ¿Por qué cuando vuelvo a casa después del partido me leen la cartilla?
Comentan, tristes, que les gustaría llegar a casa después de jugar y decirle a sus padres lo bien que se lo han pasado y lo importantes que se han sentido mientras jugaban con sus compañeros. En casa, sin embargo, les preguntan por el resultado, les señalan lo que han hecho mal y lo que deben mejorar para llegar a ser grandes futbolistas.
¿Incluso no les ha tocado padres que le ofrecen al entrenador incorporarse a su cuerpo técnico ? Según para aportar más.
Toda esta presión hace que jugar ya no sea divertido, sino que se convierta en una obligación.
Inicia el camino hacia la frustración. No nos engañemos, lo que realmente es destacar, lo hacen pocos, por mucho que se empeñen los padres. Si un niño o niña tiene talento lo va a explotar a su debido tiempo, sin presiones y sin frustraciones. Querer exprimir a los niños es empujarlo al abandono deportivo y quemarles un proceso alejándolos de los valores del fútbol como; salud, compañerismo, compromiso, responsabilidad, convivencia, creatividad, autorrealización, esfuerzo, reto personal.
Padres. Su hijo no será el próximo Messi o CR7 pero si será una mejor persona en un futuro.
FUENTE: Omar Hernández Especialista en Fútbol Base