«¿Qué imagen transmitimos si normalizamos la falta de respeto hacia quien garantiza el juego limpio?»
En el fútbol base, cada grito contra el árbitro, cada protesta airada o gesto despectivo, no solo marca el partido: marca a los niños. Si como entrenadores justificamos el desprecio hacia la autoridad arbitral, estamos sembrando en nuestros jugadores la semilla del conflicto, la desobediencia y la intolerancia.
No se trata de estar de acuerdo con cada decisión, sino de entender que el árbitro es una figura clave en la educación deportiva. Su labor es difícil, muchas veces ingrata, y aun así es fundamental para que exista el juego. Si el entrenador no lo respeta, ¿qué ejemplo damos a los jugadores? ¿Cómo esperamos que los padres lo hagan desde las gradas?
Cada vez que un niño ve a su entrenador levantar la voz contra el árbitro, aprende que la autoridad se desafía, no se respeta. Y cuando ese mensaje cala, el deporte pierde su esencia educativa.
Nuestro banco debe ser un ejemplo de autocontrol, respeto y pedagogía. No solo entrenamos fútbol; educamos personas.
Entrenador, el respeto empieza por ti. Sé el cambio que el fútbol base necesita.