Muchos niños juegan con temor y angustia por culpa de los ingenuos que priorizan “GANAR” a toda costa porque temen a la represalia de su entrenador. Muchos entrenadores obligan a los niños a ganar sin ninguna enseñanza y esto provoca que que los niños no se diviertan y lo único que causan es sufrimiento, entonces en el campo de juego vemos pequeños soldaditos obedientes que cumplen instrucciones de su entrenador. Por eso los niños no llegan a ser profesionales, la culpa la tiene el ego del entrenador que impide un desarrollo natural, el fútbol requiere de niños atrevidos que tengan descaro para jugar.
Los niños por naturaleza son competitivos y todos quieren ganar. Pero cuando el entrenador los obliga, les inculca “miedo” y por eso vemos en un partido niños que no quieren el balón, que no piden el balón y se esconden por miedo a errar en lugar de pedirla.
El secreto está en que los niños se diviertan al jugar y no que jueguen sufriendo, sintiéndose amenazados y temiendo a la exigencia de solo ganar por ganar. Los entrenadores deben perseguir la victoria jugando bien al fútbol, pero ante todo deben lograr que la confianza fluya para que los niños se atrevan y se suelten.
El pequeño futbolista en formación se angustia y ya no se divierte, ya no ríe como niño, ya está preocupado como hombre. El objetivo ya es ganar el campeonato de la liga infantil, de formación y de enseñar fútbol ya ni hablamos.
El talento no se crea, el talento se descubre, pero igual se puede destruir, limitar y acabar. El buen entrenador de fútbol afianzará al buen jugador a base de confianza, de potenciar su autoestima, porque la única manera de explotar el talento es “jugando”. Y jugando mucho, haciendo cosas talentosas como atreviéndose para desarrollar el carácter y el temperamento del futbolista.
Sin confianza, autoestima y libertad no hay futbolista. Mientras más intervención y protagonismo tenga el entrenador menos posibilidades tiene ese niño de convertirse en futbolista profesional. A los niños se les enseña a ganar y a competir pero jugando bien al fútbol en beneficio de ellos mismos, no con autoridad, si con confianza, ya que será la manera en que el jugador se suelte, le crezcan alas y vuele por sí solo, así se sacude la presión y el cuerpo la mente liberada rinde más, se siente más hábil, más ágil, más veloz, más potente, más capaz.
Si el niño no se divierte jugando al fútbol, será muy complicado que aguante los sacrificios que acompañan a la carrera del pequeños futbolista en formación. Muchos ingenuos creen que si los niños se divierten, no aprenden.
Omar Hernández Especialista en Fútbol Base
DinamicaDeLoImpensado
FUENTE: Omar Hernández – Director Técnico Profesional de Fútbol