Yo no pagaría un solo peso para aprender a jugar a pelotazos como no pagaría clases de piano para acabar dando puñetazos sobre las teclas. No busco que juegue profesional pero al menos que disfrute de la música. Estoy dispuesto a escuchar los ruidosos intentos de mi hijo por interpretar la partitura que el maestro le propuso como parte del proceso de aprendizaje. No todos acabarán tocando para grandes auditorios pero al menos que aprendan bien, para el propio deleite personal.
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Muy pocos acabarán jugando delante de miles de personas pero el fútbol no se acaba en el sector profesional. Los papás y mamás que juegan fútbol los fines de semana, saben bien que haber aprendido a jugar les sirvió para conocer grandes amistades. Aquella llamada de un papá del salón de su hijo para formar parte del equipo del colegio o aquel mensaje de un amigo de un amigo que supo jugaba bien y quería que se integraran a un equipo de veteranos bien podrían equipararse a la llamada de algún visor para formar parte de fuerzas básicas.
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La afición al fútbol también requiere aprenderse pero quienes hoy sometan a sus hijos a una presión gratuita para que crezcan futbolisticamente más alla de sus capacidades, podrían estar hipotecando esa cadena de transmisión de la pasión más grande del mundo. Puede que sus futuros nietos no pisen jamás un campo de fútbol debido a que usted hoy convirtió un juego en un suplicio. Aprender a perfilarse para recibir, a controlar orientado, a pasar con el interior… a disfrutar del juego, merece la pena el peso que usted pagará.
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Ojalá el día de mañana podáis ver a vuestros nietos disfrutar del juego siendo llevados por vuestros hijos. Ojalá podáis ver a vuestros hijos con sus amigos jugando en la liga de veteranos o de papás del colegio. Todos vuestros esfuerzos de hoy por llevarlos, traerlos, equiparlos, etc., merecerán la pena. Ese será vuestro legado. ¡Que no se rompa la cadena!
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FUENTE: Juan Antonio Gallardo Bueno