Ser el mejor del equipo no te garantiza ser profesional. Y aunque esta verdad pueda parecer dura, es una de las lecciones más importantes que podemos enseñar en el fútbol base.
Vemos a esos niños que destacan desde pequeños: los goleadores infalibles, los porteros imbatibles, los líderes indiscutibles. Celebramos sus logros y, muchas veces, proyectamos sobre ellos expectativas que van más allá de su edad. Pero, ¿qué pasa cuando ese niño ‘estrella’ llega a categorías superiores y descubre que ya no es el mejor?
El camino hacia el éxito profesional no se define solo por el talento o el rendimiento juvenil. Es un proceso largo y complejo que incluye factores como la constancia, la adaptabilidad, la humildad, la capacidad de trabajo en equipo y, sobre todo, la resiliencia ante la adversidad. Porque el fútbol, al igual que la vida, está lleno de altibajos.
Hemos visto casos de jugadores que brillaban en las inferiores pero desaparecieron en categorías mayores. También hemos presenciado historias de aquellos que pasaron desapercibidos en su infancia pero, gracias a su dedicación y perseverancia, lograron alcanzar grandes éxitos. El talento natural es importante, pero sin disciplina y mentalidad adecuada, puede desvanecerse con el tiempo.
Un niño no debe medir su valor por ser el mejor hoy, sino por su capacidad de seguir mejorando mañana. No debemos alimentar egos ni crear falsas expectativas. En cambio, debemos enseñarles que el verdadero éxito no se mide por trofeos, sino por el crecimiento personal y el aprendizaje continuo.
Cuando entendamos que el fútbol base es una etapa de formación integral, estaremos preparando a nuestros niños para enfrentar no solo los desafíos deportivos, sino también los de la vida misma.