El fútbol base no es un mercado de fichajes. Y aunque pueda parecer una obviedad, esta realidad a menudo se olvida cuando las academias y clubes priorizan ‘comprar’ talento en lugar de formarlo.
Vemos cómo algunos equipos buscan los mejores jugadores jóvenes para engrosar sus filas, pensando que eso garantiza éxito inmediato. Pero, ¿qué mensaje estamos enviando a esos niños? ¿Qué pasa con aquellos que no son considerados ‘cracks’ pero tienen potencial por desarrollar? ¿Estamos creando un sistema donde solo importa el resultado, ignorando el verdadero propósito del fútbol base?
La verdadera riqueza de este nivel no está en reunir estrellas juveniles, sino en descubrir, guiar y moldear talentos desde cero. En enseñar valores, técnica, táctica y, sobre todo, amor por el juego. Porque el fútbol no es solo acerca de quién tiene más goleadores o defensores imbatibles; es acerca de construir personas integrales que puedan enfrentar los desafíos dentro y fuera del campo.
Un niño no debe sentirse menospreciado porque otro equipo lo reclutó. No debemos medir su valor por el interés externo, sino por su propio esfuerzo, dedicación y crecimiento continuo. La verdadera satisfacción no viene de ganar copas con jugadores prestados, sino de ver cómo florecen los talentos que has cultivado tú mismo.
Cuando entendamos que el fútbol base es una escuela de vida, no un escaparate de egos ni un negocio prematuro, estaremos contribuyendo a un deporte más humano, inclusivo y sostenible.