Hay padres que creen que ganar trofeos y campeonatos, define el futuro de un niño en el fútbol, y que así, su camino para llegar a ser profesional, será más fácil. Prefieren llevarlos a clubes donde, aseguran, los títulos están garantizados y es más fácil proclamarse CAMPEÓN, dejando de lado la formación como personas y deportistas. «La formación vendrá con el tiempo», dicen. Pero, ¿a qué precio?
Hay entrenadores que trabajan para sacar lo mejor de cada jugador, fomentando valores como el esfuerzo, la humildad y el compañerismo. Forman futbolistas, pero primero, forman personas. Por otro lado, están los «seleccionadores», aquellos que eligen niños ya formados de otros clubes para alcanzar un objetivo: ganar. No hay fase de desarrollo en el niño ni dedicación, solo resultados inmediatos.
El fútbol debe ser una escuela de vida, no solo un escaparate de trofeos.
Reflexionemos: ¿queremos hijos que acumulen copas y campeonatos en la infancia o que crezcan como personas íntegras, con pasión y carácter?
El mejor título que un niño puede ganar es el orgullo de haber crecido y aprendido en el camino, disfrutando del FÚTBOL, y sobre todo de los amigos conocidos en estos años.