Sin presión, el camino es más sencillo.

«Los niños necesitan partidos, no presiones.»

En el fútbol base, a menudo olvidamos lo más importante: los niños juegan para disfrutar, no para cumplir nuestras expectativas.

Vemos gritos desde las gradas, padres que corrigen cada pase, entrenadores que exigen como si fuera una final de Champions. Pero, ¿es esto lo que necesitan los pequeños? ¿De verdad creemos que más presión los hará mejores?

Un niño no recuerda cuántos goles metió en un torneo de hace tres años, pero sí recuerda al padre que lo reprendió por fallar un penalti. No se queda con el nombre del rival al que venció, pero jamás olvida al entrenador que lo castigó por «no rendir al nivel esperado».

El fútbol base no es una fábrica de cracks, es un lugar donde el juego debería ser aprendizaje y diversión. Los niños necesitan partidos donde equivocarse esté permitido, donde puedan probar, arriesgar y crecer sin miedo a las críticas. Necesitan entrenadores que los guíen y familias que los apoyen desde el respeto y la comprensión.

Cuando entendamos esto, el fútbol base dejará de ser un escaparate de frustraciones y volverá a ser lo que nunca debió dejar de ser: una herramienta para formar personas.

Reflexionemos: ¿Estamos dejando que los niños jueguen su propio partido o les estamos imponiendo el nuestro?

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