«Los niños necesitan explorar, no especializarse.»
En el fútbol base, muchos creen que la clave del éxito es enfocarse en un solo deporte desde los 6 años. Pero, ¿qué pasa cuando convertimos la infancia en un plan de carrera?
Vemos niños agotados de entrenar 5 días a la semana, clubes que prohíben jugar al baloncesto «para no perder técnica», y familias que ven el fútbol como una inversión, no como un juego. ¿De verdad creemos que quemar etapas los convertirá en profesionales?
Un niño no recuerda si a los 10 años dominaba el control orientado, pero sí recuerda el día que le dijeron que dejara el balonmano porque «distraía del fútbol». No extraña los trofeos de aquel torneo «élite», pero nunca olvida la risa de jugar un partido de fútbol-playa con amigos, sin tácticas ni scouting.
El fútbol base no es un laboratorio de alto rendimiento. Es un espacio para correr, saltar, probar deportes, equivocarse en mil disciplinas y descubrir pasiones. Los niños necesitan variedad para desarrollar creatividad, no jaulas de especialización precoz. Necesitan entrenadores que valoren su motricidad antes que su golpeo de balón, y padres que entiendan que un niño no es un proyecto, es una persona.
Cuando dejemos de verlos como «futuros cracks» y empecemos a verlos como lo que son (niños), el fútbol base dejará de robar infancias y volverá a ser lo que siempre fue: un juego.
Reflexionemos: ¿Estamos cultivando su amor por el deporte o enterrando su niñez bajo un manual técnico?