El fracaso en el fútbol debido a la presión de los padres es un problema común y preocupante. Muchos padres ven en sus hijos el potencial de llegar a ser futbolistas profesionales, lo que puede generar expectativas poco realistas. En su afán por apoyar, algunos caen en conductas contraproducentes, como presionar excesivamente, exigir resultados inmediatos o compararlos con otros jugadores, lo que afecta negativamente el desarrollo personal y deportivo del niño.
El fútbol debe ser una actividad que fomente el disfrute, el aprendizaje y el trabajo en equipo. Sin embargo, cuando los padres imponen una carga emocional elevada, el niño puede sentirse abrumado, perder la motivación o desarrollar ansiedad por no cumplir con las expectativas. Esto suele llevar a un desgaste mental y físico, e incluso al abandono del deporte.
Además, la creencia de que el niño tiene asegurado un futuro como profesional puede ser engañosa. El camino hacia el fútbol de élite es extremadamente competitivo y solo un pequeño porcentaje llega a ese nivel. Insistir en que el éxito deportivo es la única medida de valor puede afectar la autoestima del niño y limitar su crecimiento en otros aspectos de su vida.
Es esencial que los padres comprendan que el fútbol es, ante todo, una oportunidad para aprender valores importantes como la disciplina, el esfuerzo y la resiliencia. En lugar de enfocarse solo en el éxito profesional, deben apoyar a sus hijos en disfrutar del deporte, aprender de las derrotas y desarrollar una pasión genuina por el juego. Esto no solo los hará mejores jugadores, sino también personas más equilibradas y felices, con o sin un futuro en el fútbol profesional.
Recuerden que los niños juegan porque se divierten, no seamos los adultos los que frustremos sus ganas y amor por el Fútbol.
David Santana Rodriguez