«No compares a tu hijo con otros niños.»
En el fútbol base, hay algo que nunca debería existir: la comparación. Sin embargo, es algo que vemos constantemente. Padres que miran a otros niños y dicen: «»¿Por qué no juegas como él?»», «»Mira cómo corre, ¿y tú?»», «»Ese sí que tiene talento, ¿cuándo vas a rendir así?»». Pero, ¿qué estamos haciendo cuando comparamos a un niño con otro? ¿De verdad creemos que eso los ayudará a mejorar?
Un niño no recuerda cuántos goles metió en un partido, pero sí recuerda la mirada de decepción de su padre cuando no jugó «»tan bien»» como su compañero. No se queda con el resultado del torneo, pero jamás olvida la sensación de no ser suficiente.
El fútbol base no es una carrera, es un proceso. Cada niño tiene su ritmo, su evolución y su camino. Algunos son rápidos, otros son técnicos; algunos son goleadores, otros son líderes. Pero todos, absolutamente todos, necesitan tiempo para crecer, equivocarse y aprender.
Cuando comparamos a un niño con otro, no solo le robamos su autoestima, sino que le quitamos la oportunidad de disfrutar del juego. Los niños no necesitan ser como nadie, necesitan ser ellos mismos. Necesitan padres que los apoyen en sus logros y en sus fracasos, entrenadores que valoren su esfuerzo y no solo su rendimiento, y un entorno que les permita crecer sin presiones absurdas.
Cuando entendamos que cada niño es único, el fútbol base dejará de ser un campo de comparaciones y volverá a ser lo que nunca debió dejar de ser: un espacio para crecer, disfrutar y soñar.
Reflexionemos: ¿Estamos apoyando a nuestros hijos en su proceso o les estamos imponiendo expectativas que no son suyas? ¿Queremos que jueguen por ellos mismos o para cumplir nuestros sueños?
Y ahora te pregunto a ti: ¿Has comparado a tu hijo con otro niño? ¿Crees que es hora de dejar de medirlos con la misma vara y empezar a celebrar su individualidad? ¡Comenta y comparte si crees que cada niño tiene su propio ritmo!