Todos, son importantes.

Partimos de la base que por norma general a ningún jugador le apetece comenzar un partido desde el banquillo, como tampoco le hace gracia no entrar en la convocatoria.

A fin de cuentas, no dejan de ser ese tipo de circunstancias que también se dan en el fútbol amateur donde a los niños les supone todo un mundo y a los formadores un auténtico galimatias. Pero con el agravante de que en la base influyen otros elementos llamados «padres» que en ocasiones ponen en entredicho las decisiones que podamos tomar como gestores de grupo.

En mi época, los que hemos jugado a esto teníamos muy interiorizado que por más que nos dijera nuestro míster, el cabreo inicial no nos lo quitaba nadie. Y más aún si según nuestro interesado y subjetivo criterio, la semana de entrenamientos había sido más que decente como para encima no merecer la titularidad, aunque también es cierto que si el ambiente del vestuario era sano al final hacíamos lo posible por sumar desde nuestra suplencia aprovechando los minutos que el entrenador tuviera a bien darnos. También es cierto que los padres se solían mantener al margen.

Pero desde hace unos años, esto ha cambiado radicalmente. Primero por la equivocada concepción que tienen muchos progenitores creyendo que por pagar están comprando minutos para sus hijos y segundo porque lo de la cultura del esfuerzo y el compromiso parece ser que no va con ellos, ni con la manera de hacer entender el deporte a sus retoños.

Que sí, que también soy muy consciente de que hay técnicos que hagan lo que hagan el resto de chavales del equipo, ellos van a seguir poniendo a los habituales. Aunque como siempre digo, el tener que tratar a los chavales por igual no implica ni mucho menos que todos merezcan lo mismo. Y en esto entran muchos condicionantes como pudieran ser el compromiso con el grupo, la actitud en los entrenamientos o el propio compañerismo, variables que deben ser medibles por el formador y que según el tipo de decisiones que tome serán más impopulares o no de cara a los padres.

Han sido varias las ocasiones en las que algún que otro familiar me ha venido con el reloj en la mano pidiéndome explicaciones del tiempo jugado por su hijo, ante lo cual siempre les invito a que le pregunten al mismo si cree que he sido justo con mi decisión o por el contrario le parece que le he dado pocos minutos conforme a su comportamiento y dedicación en los entrenamientos de la semana. Y aunque no os lo creáis, son muchas las ocasiones en que los niños en un alarde de sinceridad les dicen a sus padres si realmente se merecían más participación o no de la que reclamaban. Ante lo que estos últimos terminan callándose y guardando el archiconocido relojito.

Siempre digo que el deporte es esfuerzo, compromiso y sobre todo superación, allanar el camino a nuestros hijos está muy bien. Recorrer el camino por ellos, no tanto.

FUENTE: Héctor Pérez Crespillo
IMAGEN: Mundo Fútbol Base

LaFutboleriaCanaria

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